Thursday, May 10, 2012

Cuenta atrás

Jerson, Eduardo, Yasmine, Rudy, Ana Cuti, Hector, Juanito, Noemi, Miguel, Helén, Juan Diego, Florencio, Eva, Christian, Yesenia, Anjhelo, Danner, Karla, Jose Miguel, Ana Carolina, Deiby, Luis, Anita, Edwin, Rodrigo, Miriam, Ariel, Gladys, Arón, Denis, Fernando, Hian, Nataly, Joel, Emily, Jon, Analia, Willy.
38 nombres. 38 rostros de niños. 38 vidas que por tres meses se han cruzado con la mía.
Pues eso: entre todas las cosas de las que pudiera hablar de esos tres meses y medio de mi permanencia en Proyecto Horizonte, quiero expresamente dedicar unas palabras a los niños del Segundo Básico (entre 7 y 8 años) de la Unidad Educativa San Vicente de Paul, el colegio que ha fundado nuestra asociación.
Mi labor consiste en apoyar la profesora de clase (ósea la que se dedica a matemática, lenguaje y ciencias) porqué con tantos niños resulta difícil trabajar prestando a todos la misma atención.
 Los primeros días fueron difíciles. Mi idea de clase de niños de 7-8 años se vino rápidamente abajo: mucho descontrol, poca atención, ausencia de disciplina por partes de algunos. El hecho de no conocerlos no me ayudaba: si tenía que llamar la atención de alguien no podía que decir “Hey tu!”, y antes que “tu” entendiera que era el sujeto de mi amonestación tenía que esperar un buen rato.  Ahora es más simple, yo les conozco y sobretodo ellos conocen a mí. Bueno eso no es del todo exacto: algunos me llaman “profe”, otros Carmelo, y un par siguen llamándome… Caramelo! Es lo que hay.
Para la “fiesta del papá” los niños recibieron una tarjeta que tenían que regalar a los propios padres. En un lado estaba dibujada una camisa que debía ser coloreada. Por el otro había que escribir algo bonito dedicado al papá. Dejando a parte los opinables gustos artísticos de los niños a la hora de pintar las camisas, ocurrió que vi uno de ellos con los brazos cruzados en vez de escribir la dedicatoria. Cuando le pregunté por qué todavía no había escrito nada, me contestó, con un tono de reproche más que de tristeza: “Pero si es que yo no tengo papá!”
En pocos instantes tenía que decirle algo que cortara allí el asunto sin que le resultase pesado ni le supondría vergüenza: “Pues escribe algo por tu tío, un pariente, un hermano mayor al que quieres mucho! Venga. El importante es escribir!”. No sabía por aquel entonces si hubiera podido contestarle de mejor manera: pero el agachó la cabeza y se puso a escribir, mientras yo seguí revisando los demás aunque pensaba en lo difícil que tenía que ser para aquel niño ver todos sus compañeros ilusionados a escribir palabras bonitas para sus padres.


En otra ocasión, por la entrega de material escolar, vestimentas y calzados por parte de Proyecto Horizonte a los niños económicamente más desfavorecidos, me pidieron de escoger cinco niños/as de la clase cuyas familias, a mi juicio, no estaban económicamente bien. Eso porqué desde pocos días había cambiado la profesora de aula y la nueva todavía no conocía suficientemente bien a la clase. Me sentí cargado de una responsabilidad peligrosa. Peligrosa por el miedo a equivocarme. Porqué a veces los que aparentan… digamos “bien”, es solo por el hecho que sus padres no ahorran un solo centavo en la educación de sus hijos, mientras otros le destinan el mínimo indispensable.
Os voy a contar por cada elección mi criterio.
En el caso del primer niño un día me lo encontré por la calle. Había faltado al cole (faltaba muchas veces) y jugaba a solas con un cochecito de plástico. Empecé a echarle bronca sobre el porqué no había venido a clase. Se quedaba cabizbajo sin decir una palabra: de pronto empezó a llorar explicándome que aquel día no tenía pantalones para ir al colegio. Solo entonces me di cuenta que llevaba lo que suponía ser un pijama. Le dije que solo me importaba que viniese a clase, en uniforme, pijama o hasta en calzoncillos.
En otra ocasión los niños tenían que dibujar su familia. Mientras iba revisando que todos trabajaran, me detuve a lado de una niña de la cual el dibujo me dejó perplejo. En ello estaba una persona mayor, el padre, cinco hijos, tres niñas y dos niños, dos perros, un gato, cuatro gallinas y hasta… un cerdo!
Esa tipología de “familia” me la encontré otra vez por las calles de esta comunidad, y es la causa de mi tercera elección.Un día me sentí llamar por mi nombre y a darme la vuelta reconocí a un niño de mi clase. Estaba jugando con sus hermanitos con un par de perros juntos a ellos. Iban todos descalzos arrastrando ramas de árbol para hacer como una cabaña. De repente su madre los llamó. Él se despidió de mí sonriéndome y entró en una casa, o mejor dicho una gran habitación de barro, con calaminas como techo. Vivian todos allí, inclusive los perros. Lo más sorprendente era que al colegio ese niño venia impecable: aseado, ropa limpia y material escolar al completo!
En cambio en el caso de la cuarta niña, la elegí porqué nunca tenía material: cada mañana buscándole un lápiz, nada de tajador o borrador, apenas un cuaderno que le servía para todas las asignaturas.
Por el quinto niño, no sabiendo ya como decidirme, empecé a fijarme en los zapatos de todos: el “ganador” fue un niño que llevaba la zapatilla derecha casi totalmente rota y la izquierda que iba camino a romperse también.
Eso es todo.
                                       

Ya me falta poco para acabar mi experiencia como voluntario en Proyecto Horizonte. No sé qué será de ellos: quien seguirá estudiando, quien empezará a trabajar temprano, quien creará por primero una familia. Lo que si me gusta pensar es que de vez en cuando, en el tiempo, se acordarán de aquel profe con un acento raro, y se preguntarán que habrá sido de mí, lo mismo que yo me preguntaré de ellos, de aquellos 38 niños que por tres meses coincidieron con mi vida.

No comments:

Post a Comment